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Foto del escritorAndrés Felipe Salazar

¿Hasta cuándo el paro?


Carta al movimiento estudiantil.


El 9 de noviembre de 2011, el entonces presidente Juan Manuel Santos anunciaba el retiro del proyecto de reforma a la ley 30, con la que pretendía establecer el ánimo de lucro en la Educación Superior. Ese fue el resultado de la movilización estudiantil más grande que tras 40 años hubiera visto el país, movilización liderada por la Mesa Amplia Nacional Estudiantil MANE, escenario de convergencia y articulación del conjunto de los estudiantes colombianos y sus expresiones organizadas.


Luego de ello, la MANE se abocaría a la construcción de una ley alternativa de Educación Superior, alternativa que intentaba responder a los retos de una ya pronunciada crisis en el Sistema Universitario Estatal, a la par que buscaba sentar las raíces, edificar los tallos y disponer las copas de lo que debía ser un nuevo modelo de educación. Ese anhelo de ir por todo sin asegurar nada, llevó a prematuras fracturas y a una rápida desaparición de la MANE y su proyecto de unidad.


Si bien la MANE nos dejó un importante y valioso acumulado programático en los mencionados avances de la ley alternativa, también nos dejó un movimiento fracturado, desgastado, un estudiantado escéptico de la movilización, eso que en el movimiento llamamos reflujo. Expresado en la incapacidad de responder de forma articulada y contundente al paquete de reformas y políticas que hasta ahora ha significado el Acuerdo 2034 por lo Superior.


Sistema Nacional de Educación Terciaria, Marco Nacional de Cualificaciones, Reforma a las Licenciaturas, Ser Pilo Paga, Financiación Contingente al Ingreso, procesos de Inspección y Vigilancia, Bolsas Concursables de Inversión. Todo eso está en dicho Acuerdo y en el Plan Nacional de Desarrollo 2014 – 2018, así que mucho de lo que nos quejamos y de lo que agudiza la crisis contra la que hoy marchamos, nos lo implementaron en ese periodo de depresión de la movilización. Si bien eso no exculpa la responsabilidad de los gobernantes y sus agendas neoliberales, si nos debería obligar a preguntarnos, ¿Dónde estábamos nosotros? ¿Dónde estaba el movimiento, la fuerza, los colores? ¿Por qué todo eso se nos pasó?


A diferencia de su predecesor -la MANE-, este movimiento no ha logrado hasta el momento converger bajo una misma identidad y estructura que se piense la organización, el programa, la estrategia y la táctica. Salvo en la mesa de negociación con el Gobierno Nacional, en donde participan de manera articulada las distintas expresiones estudiantiles y profesorales como Frente Amplio por la Educación. Lo que sí logró este movimiento es hacer una distinción programática y estratégica, con reivindicaciones de corto, mediano y largo plazo.


Distinguir el momento que le corresponde a cada reivindicación, es lo que hoy nos ha puesto a discutir fundamentalmente sobre la crisis de las Instituciones de la Educación Superior Públicas y las estrategias para resolverlo. Entender esto va a ser clave para que los análisis y la historia reconozcan a este como un movimiento victorioso, o solo un intento más.


Y es que, a hoy tras más de 40 días de Paro Nacional Universitario, este es el movimiento estudiantil que más recursos ha conseguido para la Educación Superior Pública en nuestra historia reciente. Tan solo en la primera movilización se comprometieron 55 mil millones a la base presupuestal de las IES públicas y 230 mil millones para proyectos de inversión. Un par de movilizaciones después, se suma el billón de pesos de regalías que durante los próximos dos años se asignarán para infraestructura e investigación y los 250 mil millones que han dispuesto los gobernadores para el Fondo de Becas del Bicentenario. Lo anterior sumado al acuerdo con los rectores de IPC + 3 en 2019 e IPC + 4 en 2020, 21 y 22 que significan alrededor de 1.2 billones más en los cuatro años a la base presupuestal de las IES públicas.


Todos los recursos hasta aquí mencionados, aun cuando son insuficientes, aun cuando no son para la vigencia 2018, si bien son parciales, no dejan de ser ganancias de la movilización, no se habrían dispuesto esos recursos de no haberse dado este movimiento.


En 2011 el gobierno presentó y retiró la reforma sin siquiera verse a la cara con el movimiento estudiantil, hoy nuestros voceros están sentados en la mesa frente al Gobierno Nacional, a este le ha tocado reconocernos como interlocutor, como el actor válido para definir el rumbo de la educación en nuestro país, no lo hace por razón distinta a saber que al frente tiene a un movimiento, que desde hace ya dos meses ha salido semana a semana a marchar, y ha tenido al país entero hablando de educación, al punto de obligarlo a reconocer que la educación en Colombia ha estado mal financiada y que la fórmula de la ley 30 es inadecuada. El acuerdo con los rectores no significa cosa distinta que ese reconocimiento y la necesidad de transformar la fórmula.


En suma, hemos ganado recursos, nos reconocen como interlocutor, reconocen la justeza de nuestra causa y lo acertado de nuestro diagnóstico, ¿Cuánto más podemos ganar en la coyuntura actual? ¿Cómo no convertimos esas victorias en derrotas?


En la mesa, si no llegase a ser posible una adición para la vigencia actual, debería explorarse la posibilidad de que, sobre el reconocimiento de lo deficiente de la fórmula que implicó el acuerdo con los rectores, el mismo, o de hecho un poquito más se convirtiera en ley de la república, pues el promedio de variación del índice de Costos en Educación de los últimos años es de IPC + 4.75, algo así no implica el desembolso inmediato de recursos, pero si la solución estructural de mediano plazo que asegure la universidad pública para las futuras generaciones, tal y como lo hemos arengado innumerables veces.


Puede ser esa, o puede ser un acuerdo que implique suspender la ejecución del programa Generación E, enviando los recursos por 3.6 billones que costará el programa en 4 años a las IES públicas. O puede ser cualquier otra fórmula que logren en la mesa, en donde habrá que ser muy sensatos, y entender que una deuda de 25 años, no se resuelve en 2 meses.


Ya se puede advertir cómo sectores radicales señalarán de vendidos, a quienes hoy muy valientemente nos representan en la mesa, es urgente y necesario que los acompañemos, que blindemos la mesa, que no vayamos a dejar solos a nuestros compañeros. Yo confío plenamente es sus capacidades, y estoy seguro de que el acuerdo que logren se corresponderá plenamente con la atención a la crisis de la educación pública, como objetivo 1, del momento 1 ya señalado.


En el movimiento, nos toca interiorizar que, dentro de esa planificación de corto, mediano y largo plazo, debe haber subdivisiones, que nos permitan atender y proyectar lo corto de lo corto, lo mediano de lo corto y lo largo de lo corto. Solo así llegaremos al siguiente momento.


También debemos entender que, si la lucha política y reivindicativa tiene tiempos y tareas para cada momento, la construcción organizativa mucho más. El proyecto unitario no se decretará de un día a otro, la asamblea no dejará de ser excepcional de aquí a mañana, necesitamos fortalecer y madurar las organizaciones estudiantiles, estas deben encauzar los elementos más sentidos de los estudiantes y sus diferencias, para poder llegar a amplios escenarios de convergencia y unidad. Por ahora, cuidar y respaldar al Frente Amplio por la Educación como la más elevada expresión de dicha unidad en el sector.


He señalado algunas victorias parciales, sin embargo, en las asambleas, se oye decir ¡Aún no tenemos nada! Nos quedan a mi parecer 2 caminos:


Reconocer esas ganancias relativas y las que puedan conseguir nuestros voceros en la mesa, aprendiendo a cobrar, y con ello a decirle a la gente que organizarse, movilizarse, salir a marchar si sirve, teniendo así toda la batería ética, moral, la credibilidad para seguir convocando y avanzando en esta larga ruta hacia la educación como derecho fundamental y bien común de los colombianos.


La segunda ruta es ir por todo, desconocer lo que se ha alcanzado e inclusive lo que se alcance en la mesa, sobre la base de que la crisis sigue ahí, que nuestra causa es justa y aun no se encuentra estructuralmente resuelta, el peligro de esta es que, en los todo o nada, la probabilidad de salir sin nada es en exceso alta. Y podríamos, por el heroísmo que nos convoca, acabar condenando al movimiento a un nuevo reflujo, a no tener capacidad de respuesta frente a un gobierno al que le quedan más de 80 minutos de juego y tiene intacta una agenda económica que apunta en contravía de los derechos de las mayorías.


Yo opto por ganar, asegurar, organizar, cualificar y proyectar, de todas maneras, la lucha es de largo plazo, lo importante no son los semestres, lo importante es el movimiento y su capacidad de acción, pero si se pierde el semestre se disminuye la movilización, es esta la que nos ha dado y nos dará victorias, cuidémosla.


@AndresSalazarUN


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