Han transcurrido ya 50 días del Paro Nacional Universitario que impulsa un movimiento estudiantil colorido, creativo y diverso. En sus 8 movilizaciones nacionales ha dejado claro el carácter pacífico de la manifestación, tal como lo ha reconocido la opinión pública y la ciudadanía en general. Sin embargo, casi siempre quedan las imágenes de algunos grafitis, vidrios rotos y uno que otro encapuchado lanzando piedras y artesanales explosivos mientras se enfrentan al ESMAD, fuerza pública que semana a semana ha dejado ver, con cada vez más fuerza su talante autoritario, represivo y violento.
Hemos visto en la movilización como algunos estudiantes, usando sus propios cuerpos como escudo, se han puesto en medio de la marcha y el ESMAD, pidiendo a gritos que la manifestación avance ¡SIN VIOLENCIA!, así como a otros saliendo atrás de los que rayan para ir a limpiar los ventanales que estos “dañan”.
Una y otra vez denunciamos que agentes infiltrados vandalizan, para ilegitimar la protesta, y justificar así, la desafortunada y siempre desproporcionada intervención del ESMAD. Frente a esto, el grueso del movimiento plantea la necesidad de marchar sin capuchas, con el objetivo de reconocer claramente quien marcha a nuestro lado, impidiendo la infiltración.
Así como muchos condenamos la violencia, en el marco de la amplitud y diversidad que compone al movimiento estudiantil, algunos compañeros y compañeras, han condenado a quienes hemos dicho ¡Sin Violencia! ¡Sin Rayones! ¡Sin Capuchas! Pareciera entonces que tenemos una contradicción entre “pacifistas” y “radicales”, posiciones que en el ejercicio mismo de la movilización se anulan una a la otra, y se ven casi igual de reaccionarias. Esta dicotomía ha venido lacerando por dentro a la movilización, es menester hacerle frente, construyendo análisis y propuestas que sirvan de instrumento a los actuales y futuros ejercicios de protesta.
Si un tropel tiene por objeto matar policías, nos enfrentaríamos entonces a una acción bélica, donde manifestaciones e instituciones civiles como lo son los claustros universitarios, se estarían usando para resguardar dicho accionar, ese, es un acto criminal, no solo porque así lo determine el derecho de la guerra, sino porque carecería de toda ética, no habría razón o justificación alguna para ello. Cuando no sea ese el caso, la idea de la piedra contra el tanque, muy propia de la protesta palestina, -para nuestro caso la tanqueta- es sencillamente excitante como acción simbólica, no está nunca en juego la vida y la integridad del contendiente, sería solo la manifestación de rechazo a la institucionalidad que representa la policía y con ello a las políticas contrarias a derechos, que desarrolla el Estado al que representan, en ese escenario estaríamos ante una acción de tipo comunicativo.
Una acción que tiene por objeto comunicar, un mensaje, una inconformidad o rechazo, debe entonces ser juzgada según los alcances de esta, es decir acorde a la efectividad de la acción para comunicar, reparando en la estructura básica de los escenarios y momentos de la acción comunicativa: emisión -> transmisión -> recepción.
Para una justa valoración, la emisión, estaría relacionada a los manifestantes, a las causas de la manifestación y sus motivaciones. La transmisión, sería el método específico que se emplea en la movilización, los repertorios, entiéndase marcha, mitin, grafiti, velatón, bailatón, besatón, abrazatón, pedrea, tropel, y un largo etcétera que solo puede ser limitado por la imaginación. Y en la recepción, hablaríamos del público, del mensaje que queda en la ciudadanía y la opinión.
Una vez construido el diagnóstico de la crisis en la Educación Superior Pública del país, y determinadas las reivindicaciones tendientes a su superación, así como a la defensa de una educación como bien común y no como bien de consumo, hemos salido por varias semanas a inundar las calles de todo el país recreando auténticos carnavales, nos hemos tomado buses, plazas, mercados y parques, con clases, tertulias, pancartas, canciones, mimos, malabares y más. Ello ha redundado en un favorable respaldo del conjunto de la sociedad, que nos ve como héroes, razón por la que los medios, nos han dispuesto sus cámaras y abierto sus micrófonos con amplios reportajes que nos permiten contarle al país de lo justo de nuestra causa, de nuestros argumentos y propuestas.
Sin embargo, y como ya lo señalaba hemos tenido algunas excepciones, en donde, aunque se abandera la misma causa, se ha rayado, se han roto vitrales, se confronta con el ESMAD echando mano de todo tipo de objetos y artefactos, cosa que también capturan los medios, pero esta vez para rotularnos de “vándalos”, la población rápidamente nos retira sus apoyos, se alinea al discurso oficial, nos tilda de vagos que simplemente no quieren estudiar, y lamentablemente terminamos haciéndole el juego a esos que nos quieren acabar. Así se lo escuché a una vendedora informal por la calle 26, mientras halaba su carreta para atravesar los escombros, luego de una de estas manifestaciones rezando “ojalá sea cierto y cierren pronto ese antro, solo saben tirar piedra y fumar marihuana”.
En nuestro país hemos visto cómo la intolerancia de quienes ostentan el poder, ha condenado a cientos y miles a perder la vida, en ello se explica, la capucha, como la posibilidad de resguardar la vida, aunque lo que se piense y se opine no sea acorde al statu quo. Mas, sin embargo, no tiene sentido resguardar la identidad para gritar lo mismo que miles están gritando al lado con la cara descubierta y los argumentos al frente. Cuando se ha logrado un debate público y nacional alrededor de nuestra causa y reivindicaciones, ¿qué sentido tiene pretenderlo clandestino?
Es cierto que solo en este año y según la defensoría del pueblo han asesinado más de 200 líderes sociales, pero no es esa la realidad del movimiento estudiantil -al menos no de este-, la clandestinidad quizá pueda ser un instrumento de defensa en muchas zonas y regiones del país, por ello mismo, no deberíamos fetichizar, ni jugar con lo que para otros significa hasta la vida misma.
Condenar un grafiti como vandálico, de hecho, en igual proporción que algunas de las cosas mencionadas, es sin duda un despropósito, pero si inclusive el tropel se puede leer, valorar y juzgar como acción comunicativa, el grafiti mucho más, por tanto, habrá que hacerle el mismo juicio, ¿Se corresponde con los objetivos de la movilización, el mensaje e impacto que se pretende? Quizá sí, quizá no, depende.
No se trata entonces de negar el grafiti, la capucha, o la pedrea por principio, pues son instrumentos propios de la lucha social. De lo que se trata es de reconocer que no son los únicos, que no pueden ser dogmas, que los medios deben ajustarse a los fines, y que la justeza de una causa no valida cualquier forma de expresión, si no se analiza adecuadamente el uso de estas formas, como el de cualquier instrumento -inclusive el paro-, se puede acabar frustrando las posibilidades de éxito de la movilización, y hasta justificando que se perpetúen las condiciones de injusticia que la motivaron.
Mayo del 68’ universalizó el uso del grafiti en la protesta social, “La imaginación al poder” fue una de sus más icónicas frases, no significa otra cosa que la negación del dogma, de la sociedad y modelo existente. Es un llamado de atención a los jóvenes, ya que somos nosotros quienes tenemos todo el potencial, la capacidad y aun la imaginación para hacer las cosas diferentes. Más no construiremos un mundo nuevo, con las mismas prácticas que se ha edificado el que tenemos.
Adenda: Para quienes se justifican en la violencia Estatal y/o sistémica, les digo, aun cuando nos enfrentamos a una cruenta realidad, no es la misma de hace 20 o 30 años. En mi memoria registro solo dos movilizaciones que en el presente siglo hayan logrado que se hablara de al menos 1 millón de personas en las calles, la primera fue el 4 de febrero de 2008, La marcha contra las FARC, la segunda fue el pasado 10 de octubre de 2018, La marcha por la educación, la primera convocada por Álvaro Uribe, en contra no solo de una guerrilla y sus prácticas, si no de una forma de ver y entender el mundo. La segunda convocada por estudiantes, maestros y administrativos de las Universidades, en pro de una causa que pretende el avance de la democracia y el conjunto de la sociedad, marco de apertura de lo que ha sido este movimiento. Para mí, esa es la más grande evidencia de que hemos avanzado, que este país ya no es el mismo, decirnos lo contrario, es desconocer nuestra propia lucha y su sentido.
@AndresSalazarUN
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